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Varios - Columnistas
viernes, 17 de octubre de 2014

El arte de saber golpear

10:40 Hace pocos días pudimos disfrutar de varias jornadas dedicadas a la percusión. Miles de personas se reunieron en Tecnopolis para bailar y participar de la música de percusión en el festival “Toque“ que reunió a los mejores músicos del momento. Repaso por la historia y el presente de los cultores del ritmo

Pensamos en un mundo prehistórico, de seguro nos aparecerán imágenes de humanos vestidos con pieles de animales con un hueso gigante en la mano. Kubrick supo inmortalizar, en 2001 Odisea en el espacio, los golpes que daban los primates contra el piso cuando se enojaban. Como improvisados percusionistas golpeaban enérgicamente el piso con palos.

La percusión humana existe desde el comienzo mismo de la historia. Golpear aparece como un ejercicio necesario y saludable.
Tambien es cierto que la naturaleza suele manejarse con intervalos rítmicos. El movimiento del universo tiene ritmos. Los días y sus noches marcan un ritmo. En los seres vivos los corazones laten rítmicamente, como tambien rítmicamente sucede la respiración. Los insectos y pajaros suelen hacer sonidos con patrones rítmicos que se repiten con sutiles variaciones. En cierto sentido hacen ritmo y música, aunque no sean considerados como músicos.

La percusión es la primer manifestación de música humana. Casi todas las tribus primitivas han tenido instrumentos de percusión.
Cajas o tambores. Tambien palillos para golpear. En algunos casos a estos instrumentos de percusión siguieron los de viento. En Egipto aparecen las primeras trompetas conicas. (parecidas a las famosas bubuselas de las canchas de futbol). Tambien existen pinturas rupestres de aborígenes soplando a través de cuernos de animales vacíos.

Asi los humanos podían hacerse oir. Buscarse en medio de la selva o anunciar al enemigo que se acercaba una batalla.

La aparición de los instrumentos de cuerda aportó una nueva dimensión a la música, que hasta ese momento se manifestaba al aire libre, llevándola a auditorios cerrados. La delicadeza de instrumentos construidos en madera y con cuerdas afinadas de determinada forma condicionó a los músicos a buscar ambientes con temperatura y humedad controladas. La música se empezó a hacer de puertas para adentro. Pequeños auditorios, iglesias y teatros fueron los nuevos foros donde escuchar música.

Naturalmente, la percusión perdió protagonismo en la medida que la cultura era canalizada por la via de música de compositores y orquestas.

Con la invención de la batería, instrumento consistente en agrupar varios instrumentos de percusión, tambores y platillos, distribuidos alrededor del ejecutante, se simplifico el trabajo de varios percusionistas en un solo habilidoso baterista.

El jazz acaparo a los primeros grandes bateristas, y pronto los hubo en el incipiente rock and roll.

Pese a los certeros ataques de la modernidad músical, la percusión siguió siendo protagonista en pequeños poblados, y lugares lejanos a las grandes ciudades.

África es la gran usina de percusión del mundo. Las tradiciones allí parecen trascender a modas y tendencias globales. La gente sigue bailando al compas de los tambores. Como es bien sabido, el saber africano supo llegar al sur de los Estados Unidos, Cuba y el caribe. Las más maravillosas músicas rítmicas han surgido de Centroamerica y el Caribe.

El famoso latin jazz tiene su origen en el encuentro entre el trompetista Dizzy Gillespie (cualquier parecido con el autor de este texto es pura coincidencia) y el percusionista cubano Chano Pozo. Temas como “Manteca“ o “Noche en Tunisia“ representan lo mejor de esta sociedad musical.

Más cerca de nosotros, Brasil ha sabido preservar el legado de los tambores. Puede combinar la excelencia de sus grandes músicos como Gilberto Gil, Egberto Gismonti, Hermeto Pascoal, Caetano Veloso y tantos otros, con el sonido callejero de las escolas do samba. La intelectual Bossa Nova convive con la expresión callejera del samba.

Uruguay es otro buen ejemplo de convivencia entre los sonidos primarios de los tambores africanos con la cultura pop, rock o el jazz.

Es sabido que Hugo Fattorusso o Ruben Rada suelen dejar sus repertorios para colgarse los tambores y salir a tocar por la calle en las famosas llamadas (una centenaria costumbre que consiste en recorrer las calles tocando los tambores respetando un patrón rítmico básico) . Las llamadas tienen su origen histórico cuando los negros hacían sonar los tambores para festejar algo o para reunirse con motivo de tratar algún tema social que preocupaba al barrio. Pronto supieron organizarse para ir recorriendo las calles y reclutando nuevos tambores para festejar el carnaval.

En la actualidad se puede disfrutar de las llamadas los domingos por la tarde, en la ciudad vieja en Montevideo y el clásico desfile de llamadas en épocas de Carnaval.

En Argentina, la cantante Egle Martin es una de las defensoras de la cultura negra  y gran difusora de la música de tambores.
Tambien las murgas rescatan el valor de los tambores como expresión de los sentimientos de una sociedad.

El grupo de percusión “La bomba de tiempo“ liderado por Santiago Vazquez es otro claro ejemplo del rescate de la percusión orientado a todos los sectores de la sociedad.

Hace pocos días pudimos disfrutar de varias jornadas dedicadas a la percusión. Miles de personas se reunieron en Tecnopolis para bailar y participar de la música de percusión en el festival “Toque“ que reunió a los mejores músicos del momento. Hermeto Pascoal, Carlinhos Brown, Hugo Fattoruso y rey tambor, La bomba de tiempo, Andrea Alvarez y otros fueron parte de la excelente programación del festival. Bienvenida la percusión, hecha festival, a esta usina de música interminable que es Buenos Aires.

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